Hace algún tiempo se hablaba en el país - y algo se hizo- para ofrecer la oportunidad a los sectores medios y de más escasos recursos de tener casa. Y así, surgieron primero las casas baratas y luego las grandes urbanizaciones. No se regalaban, se pagaban. Era un derecho, no una regalía. Se basaba en el principio de la solidaridad y la inclusión.
Más adelante, en ese afán de quitarle el contenido a las palabras y también a los hechos, se habló de "solución de vivienda" algo así como media casa, medio lote y el acompañamiento eventual del "rey" de las soluciones para salir del paso y el clientelismo: los bonos y la focalización.
Ahora el país entero y sus cuatro millones de habitantes se convirtieron en el discurso del Presidente en una particular solución de vivienda: cuatro paredes a las que les hace falta ladrillos y con un felpudito de regalo.
Ya no se trata ni de clientelismo, ni de regalías, son cuatro paredes sin techo a las que se les mete el agua, abandonada a su suerte en la intemperie por quienes juraron respetar sus leyes, hacer cumplir la constitución y buscar el bien común.
Por eso y muchas cosas más, hay que comenzar a construir el edificio alternativo que recupere los valores y profundice en los derechos, en el cual las elecciones del 2010 sean una estación de paso en el camino largo que hay que recorrer para darle nuevamente contenido real y no de farándula o felpudo, a las palabras y a los hechos.
Emilia
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