Álvaro Montero Mejía
Queridas compañeras y compañeros de la Hora del Silencio:
Es evidente que además de la crisis energética y la crisis alimentaria, ambas con una extensión mundial, debemos sumar la crisis de pobreza y pésima distribución de la riqueza, la de falta de empleo y bajos salarios, la de penuria para los agricultores y productores de alimentos, la de inseguridad crediticia y contracción de mercados para los empresarios exportadores, la originada en la perversión cultural y la corrupción creciente. En efecto, atravezamos la peor crisis ética y moral de los últimos 100 años.
Las crisis sociales no surgen como resultado de un castigo divino. Ellas son provocadas por los vicios y los errores de las clases sociales que controlan la vida política y económica de nuestro país. Preocupadas en la casi exclusiva tarea de defender y consolidar sus grandes intereses, han dejado de lado la defensa de los pueblos y la defensa de la Patria. Con el gobierno de los hermanos Arias hemos tocado fondo.
Para comenzar, este gobierno se origina en un fraude; para continuar, coloca a Costa Rica y a las conquistas democráticas más importantes de su historia, ante la trampa del TLC, tejida por las corporaciones trasnacionales en alianza con un pequeño grupo de apátridas locales. Para su pírrica victoria en el referéndum, violó la Constitución y las leyes. En tanto, la Corte Plena aún no responde la acusación que presentamos por el delito de prevaricato contra los magistrados del tribunal de elecciones, responsables directos del fraude en el referéndum. Finalmente, concentrado en sus negocios, el gobierno contrató un ejército de sirvientes y adulones, con fondos públicos provenientes del BCIE y de las fundaciones FUCE y CRUSA. Pero hay más. Ignoramos cómo se manejaron internamente, los millones de dólares provenientes de la venta de bonos del Estado al gobierno de China; ignoramos a cuánto asciende esa venta, a dónde se depositó el dinero, y cuánto se ganaron los intermediarios colocados por el gobierno. Ottón Solís ha interrogado al gobierno. Veremos qué le responde. Quince diputados no son poca cosa para exigir respuestas.
A todos estos manejos, aún hay que sumar, como lo hemos denunciado tantas veces, la casi interminable letanía de irregularidades cometidas en el Congreso, a fin de llevar a término la aprobación del TLC. Es entonces cuando se pone en evidencia, la más grave y en apariencia insalvable, de todas las patrañas, denunciada por un eminente jurista de la UCR, el doctor Luis Baudrit Carrillo. Sintetizamos su denuncia.
Costa Rica suscribió, pero aún no ha completado los trámites de aprobación del TLC. De acuerdo con la letra del propio tratado, los países que lo hubiese aprobado, quedan facultados para introducir enmiendas. O sea, que nadie puede introducir una enmienda si antes no ha aprobado el tratado. Fue así como, el 10 de marzo 2006, los Estados Unidos y El Salvador aprobaron una enmienda, que obligaba a los demás países a obtener el visto bueno por parte de los Estados Unidos, llamado certificación, como requisito indispensable para proceder a la aprobación del tratado. Esta certificación es la más indigna y vergonzosa de las cláusulas del TLC, pues obliga a nuestros países a obedecer y ajustar sus leyes, a las de una potencia extranjera que decide, por sí y ante sí, sí hemos cumplido o no.
Después de esa fecha, el resto de los países signatarios, con excepción de Costa Rica, obtuvieron la certificación con lo que el TLC quedó aprobado, listo y depositado en la OEA como lo exige el tratado. De modo que sólo hay un TLC y sólo uno: el que está depositado en la OEA y que contiene la cláusula de la certificación.
Después del referéndum y con el tratado supuestamente aprobado, Costa Rica debió mandar el tratado a la OEA, pero no lo hizo. No lo hizo porque no podía, ya que el texto consultado a la ciudadanía, no contenía la enmienda aprobada por los Estados Unidos y El Salvador que era, desde marzo 2006, parte integrante e insustituible del tratado. O sea, que al pueblo costarricense le fue solicitada la aprobación de un texto del TLC que ya no existía, porque había sido modificado por la enmienda que exigía la certificación. El gobierno estaba perfectamente consciente de esta situación, aún así, siguió adelante con el engaño y peor aún, con el fraude, porque sometió a consulta un texto inexistente.
Conciente de su engaño y poniendo en evidencia su absoluta mala fe, a última hora, en abril de 2008, el gobierno introduce a escondidas, un texto de ley en el que supuestamente la Asamblea aprueba la cláusula de certificación la que, para colmo, jamás fue negociada por representantes de Costa Rica. Para que ningún Diputado se diera cuenta en la Asamblea, los Arias la introdujeron en una adición al Tratado de Libre Comercio con México. Pero al mono se le vio el trasero, porque de acuerdo con el propio TLC, sólo pueden proponerle enmiendas los países que ya son parte de él y Costa Rica, todavía a estas alturas, no es parte del tratado ¿Cómo puede Costa Rica reformar un Tratado que no es parte de su estructura jurídica, pues aun no lo ha aprobado?
En síntesis: el TLC depositado en la OEA y que incluye la certificación, es el único que existe y Costa Rica ni lo ha negociado a través del Poder Ejecutivo ni ese texto fue aprobado en el referéndum o en el virtud de un trámite legislativo.
Más fraudes; más engaños, más mentiras. Compañeros y compañeras, la lucha apenas comienza. Pero sólo nuestra unidad conduce a la victoria. Les recordamos la concentración del martes 2 de Setiembre frente a la Corte Suprema y la Sala IV, a las 9 am.
Leído en la calle, frente a la casa de Arias. Lunes 25 de agosto, 8 p.m.
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