Álvaro Montero Mejía
Queridas compañeras y compañeros de la Hora del Silencio: el fin de semana regresó Oscar Arias de su viaje a Brasil. Quiso su buena fortuna que eso le permitiera no estar presente en la Basílica de Los Ángeles, donde probablemente habría sido objeto de una multitudinaria rechifla, junto a la descomunal movilización policíaca a que nos tiene acostumbrados cada vez que se presenta en público.
Salió para Brasil en viaje de negocios, tal como lo consigna en un comunicado la agencia EFE que dice:
"El presidente de Costa Rica, Oscar Arias, será recibido mañana por su homólogo brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, con quien explorará las oportunidades que ofrece la bioenergía y, en especial, el etanol producido con caña de azúcar.
El principal interés del gobierno costarricense, según manifestó el propio Arias en San José, es conocer la experiencia brasileña con el etanol producido sobre la base de caña de azúcar, un cultivo al que Costa Rica le dedica cerca de 50.000 hectáreas.
Brasil ha ofrecido el conocimiento que ha acumulado durante tres décadas en la fabricación de etanol a toda Centroamérica, una región que produce anualmente cerca de cinco millones de toneladas de caña.
Brasil y Costa Rica coinciden en que la bioenergía constituye una alternativa limpia al petróleo, que abarata la factura energética y además es generadora de empleos en el campo, con lo que se plantea también como una herramienta en el combate a la pobreza".
Esta información, nos deja el sentimiento de que Óscar Arias no sólo ha perdido completamente el contacto con la realidad, sino que manifiesta una total carencia de sintonía con los sentimientos del pueblo, asunto que lo lleva a una pérdida casi completa de la sensibilidad humana. ¿Cómo es posible que en medio de la mayor crisis alimentaria que enfrenta la humanidad en más de un siglo, no externe, aunque sea para cubrir las apariencias, que su principal preocupación estriba en el esfuerzo que todos los gobiernos del mundo deben realizar para alimentar a los hambrientos, para invertir los recursos a su alcance en promover, estimular y dotar a los agricultores de los medios, y en primer lugar de las tierras, necesarios para producir alimentos en abundancia?
Hace casi dos años, en un programa "DIAGNÓSTICO" que realizamos con el ingeniero Arturo Robles Coronas, se pusieron en claro los métodos empleados por los hermanos Arias para liquidar la Fábrica Nacional de Licores y trasladarles las tareas de destilación de alcohol a varios ingenios azucareros entre los que se encuentra la hacienda de su propiedad, Taboga. Primero procedieron a cerrar la fábrica de licores, el más antiguo monopolio nacional, constituido por Don Juanito Mora, fundados en el falso pretexto de que contaminaba un cauce cercano. Luego trasladaron a manos privadas la tarea de producir el alcohol y los licores de la fábrica. Luego se apropiaron de la tradición de fabricar el aguardiente nacional, el guaro, para exportarlo a los EEUU. Luego incrementaron las áreas de producción de caña de azúcar de su hacienda, comprando tierras o alquilando parcelas agrarias, mediante contratos dudosos y la aun más dudosa complacencia del instituto agrario, a los parceleros del IDA. Esas tierras, beneficiarias del distrito de riego de Moracia, fueron hace años entregadas casi gratuitamente a pequeños agricultores y son, hoy por hoy, las mejores y más aptas que tiene el país para la producción de arroz y otros granos básicos. Cada hectárea que se siembra de caña, es una hectárea que se le arrebata la producción de alimentos.
A los brasileños les resulta el negocio, pues poseen uno de los cinco países más grandes del mundo, por lo que les sobra tierra, y pueden sembrar caña de azúcar en extensiones cercanas al tamaño territorial de Costa Rica. Aún así, todo ese esfuerzo es para venderle etanol, es decir, alcohol carburante, a los consumidores locales y luego a los Estados Unidos, lo cual es para algunos terratenientes un negocio multimillonario. Este negocio, Bush lo puso en las manos de los hacendados de su país, pues en Estados Unidos se utilizan casi 3,3 millones de hectáreas para cultivar maíz, con el que se producen alrededor de 10,6 billones de litros de etanol que representan únicamente el 2% de toda la gasolina que consumen los 800 millones de automóviles que recorren las carreteras de los Estados Unidos. Entretanto se multiplica por cuatro el precio de la tortilla en México. Entretanto, más de 37 países de África, Asia y América Latina, que representan un total de 90 millones de personas, padecen hambrunas crónicas donde la gente muere, literalmente, de hambre. Entretanto, las consecuencias sociales de semejantes actividades productivas, se enfrentan al drama de la inseguridad alimentaria que afecta en el mundo, a más de 850 millones de personas. Entretanto Centroamérica, amenazada por el hambre, realiza esfuerzos para destinarle cerca de $650 millones a la producción de alimentos, a los cuales Costa Rica, es decir el Gobierno de los Arias, solo aporta la misérrima suma de $14,5 millones, apenas superior al aporte de Belice.
Aunque Lula y su ministro de finanzas Guido Mantega, digan lo contrario, lo cierto es que la producción de etanol compite codo a codo con la producción de alimentos, con el agua, las tierras, los fertilizantes, los trabajadores y las maquinarias necesarias para producirlos. Es cierto que la producción de bio carburantes no es la única causa de la crisis alimentaria, pero hay que ponerle a la par la locura de Arias y Eduardo Lizano, que consistió en liquidar la agricultura doméstica y meternos en el tráfago de libre mercado, junto a la obediencia ciega a las fórmulas del FMI y el Banco Mundial. Pero en todo caso, Brasil es Brasil, y Centroamérica es Centroamérica, con sus limitaciones de tierras arables, de agua, de vías de comunicación, de medio de transporte y una pobreza que crece a pasos agigantados.
Por eso es indigno, que el mandatario de una nación centroamericana, en vez de hacer causa común con nuestros sufridos pueblos, en vez de poner todo su empeño y los recursos del Estado a contribuir a resolver la marginalidad, el hambre y las migraciones de los pobres de Centroamérica, se haya ido a Brasil a consolidar los negocios de su familia.
Leído en la calle, frente a la casa de Arias, el lunes 4 de agosto a las 8 de la noche
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